sábado, 26 de agosto de 2017

Una pesadilla infantil en Melilla

Una pesadilla infantil en Melilla

Episodio 1
Imagina que tienes 10 años y eres sacado, con engaños, de tu contexto familiar. Tu madre te lleva lejos de tu hogar, de tus amigos, de tus cosas, de tu cuarto, donde tienes “tus tesoros” guardados, y tus fantasmas, también. Te lleva lejos diciéndote que nos vamos de vacaciones a Melilla a ver a los abuelitos españoles.

Pero pasan los días. Pasa el mes de vacaciones y tu madre te presenta un “amigo nuevo” y seguís en Melilla. Tú, que tienes 10 años, te preguntas: ¿Qué está pasando?

Cuando pasa este mes de vacaciones, resulta que viene tu madre y te dice que no vas a volver a casa y que, si tu padre te quiere, vendrá él a verte.
Preguntas el porqué y te responden que tu padre es un maltratador.
Tú no sabes qué es eso, pero te explican que, aunque tú no lo supieras, mientras dormías, tu padre pegaba a tu madre, la insultaba y “todo eso”. Como te lo dice tu madre, que es la persona que cuida de ti y en la que confías, la crees. Piensas que eso no puede ser, pero luego viene tu abuela, tu abuelo y tu tía, y te dicen lo mismo.

Tienes 10 años, y estás atrapado en Melilla, no puedes preguntar a tu padre porque te tienen bloqueado el contacto con él. Dicen que si papá quiere hablar conmigo, él me llamará. Tú no terminas de creerte que papá no te quiera llamar. Tampoco terminas de creerte las cosas horribles que te dicen de él, porque sabes cómo es papa y cómo es mamá. Sí, los he visto discutir por tonterías. Pero al rato se les pasaba. Como me pasa con el “enano” de mi hermano o con mi amigo Ezzio, que a veces discutimos y al poco es como si no hubiera pasado nada.
Pero yo sigo preguntándome cuándo vamos a volver a casa. Papá me quería. Era guay jugar con él. ¿Por qué ya no me quiere?
Entonces mamá me lleva a un sitio donde hay dos señoras que hablan conmigo y me cuentan que estoy allí porque papá es una persona mala que ha hecho mucho daño a mamá. Tienes 10 años, y te dicen que debes ir a escuchar a la psicóloga ésa, cada semana un rato. Me preguntan por las cosas malas que mamá les ha dicho que papá le hacía.
Tienes ya 11 años y llevas un año entero escuchando decir a tanta gente que:
-        Papá es malo
-        Papá pegaba a mamá
-        Mamá quiere lo mejor para nosotros
-        Mamá es una víctima
-        Tú eres una víctima
-       
Tengo casi 11 años y no puedo suponer que mamá, la abuela, mi tía o esas amigas de mamá del centro de la mujer, me estén mintiendo.
Porque las madres no mienten. Los adultos no mienten. Y yo estoy descubriendo cosas, como cuando descubrí lo fácil que es hacer una regla de tres en el colegio: Sin saberlo ni saber porqué, ya no tengo ganas de ver a mi padre. Y Tengo 11 años.

Ahora tengo miedo de ver a mi padre y me da mucha pena mi madre. Ella se pasa el día llorando, diciendo que mi padre quiere apartarnos de ella para siempre y que nos va a hacer daño a mí y a mi hermano. Ahora sé que no quiero irme con mi padre. Y Pepa y las demás amigas de mi madre me dicen: eres todo un hombrecito, muy bien, eso es.

Episodio 2
Tengo ya 20 años.
La violencia psicológica a la que me vi sometido a mis 11 años por parte del entorno de mi madre, y por ella, ha tenido un efecto terrible en mi vida.
No puedo olvidar y sentir cierto rechazo a mi padre, aunque es el mejor padre del mundo para mí. A pesar de que me crio en un ambiente de amor, paciencia y comprensión, a veces me asalta el fantasma de si lo que me decía tanta gente en Melilla era cierto o no.

Tuve que ir a los juzgados, ver a una psicóloga del pueblo muchas veces, mientras mis amigos estaban en la piscina o jugando al fútbol en la calle. La psicóloga decía que debía hablar con ella por culpa de mi padre. Eso sí, de una manera muy sibilina.
Ahora que soy mayor, veo cómo me engañaron y manipularon. Pero entonces no era consciente de lo que hicieron conmigo.
Siento que, aunque soy mayor, me duele mucho el pecho y me da angustia cuando pienso en todo aquello que me hicieron pasar mi madre y sus amigas del centro de la mujer. Es como si tuviera una herida en el corazón abierta: Destrozaron el amor que yo sentía por mi padre. Desfiguraron totalmente la realidad de lo que era mi padre para mí y yo para él.

Ahora sé que hay gente mala y gente buena. Y recordar a aquella gente mala me hace daño aún hoy, sólo con pensar en ello.
Me costó mucho, desde que regresé a Italia con papá, adaptarme al nuevo colegio y concentrarme en los estudios.
El primer año con papá no paraba de darle vueltas a la cabeza a todo lo que pasó en Melilla. Muchas veces sentía un miedo terrible de papá, cuando en realidad no había ningún motivo. No sé por qué. Todo eso me afectó en los estudios.
Pensaba en mamá, pero mis sentimientos no eran que la echaba de menos, sino que me daba mucha pena. Me sentía culpable de que ella estuviera triste y tan delgada.
Papá intentó que tuviéramos contacto con ella, pero mamá no nos llamó durante mucho tiempo. Ahora sé, que es que mamá tuvo muchos problemas con la justicia. Pobre ella.
Ahora tengo la certeza de que lo que viví en Melilla, fue terrible para todos. Soy consciente de que me maltrataron y me usaron para hacer daño a mi padre.
Desde que regresamos al sur de Italia con papá, he dado muchos problemas. Me volví muy agresivo y desobediente, pero nunca sabía por qué estaba tan enfadado con todo el mundo.
Ahora tengo 20 años, y mi psicóloga Nunzia, me explica que era algo normal reaccionar así, ya que había sufrido un secuestro emocional en Melilla. Me explicaba las cosas comparándolas con la historia de los judíos italianos que se llevaban los alemanes a los campos de concentración. Me contó la vida de Primo Levy, o me hizo ver la película “la vida es bella” un par de veces. Nunzia me repite una y otra vez: ser buena o mala persona, es tu decisión. No puedes echar la culpa de todo a los demás. Ella me dice que no soy torpe ni agresivo. Sólo estaba enfadado con aquella gente de Melilla que me secuestraron.
Ahora soy consciente de lo que hicieron conmigo.
Gracias a la paciencia de papá y a su cariño (ése que tanto eché de menos en Melilla y que quisieron borrar de mi corazón), voy saliendo adelante. Papá me decía por las noches, cuando me encontraba llorando en la cama: no te preocupes hijo, todo saldrá bien. Y es verdad. He necesitado ayuda de Nunzia y ella me ha explicado que hay una cosa que se llama indefensión aprendida y que es algo que hace la gente para sobrevivir a una situación dura.
Ahora sé que yo hablé mal de mi padre al juez y a los demás en Melilla, porque que me sentí obligado a hacerlo. Porque uno dependía en todos los aspectos de mamá y de sus amigas del centro de la mujer.
Además, cuando yo decía que algo no era verdad, tuve que aprender a callarme lo que sabía y a asentir a todo lo que ellas decían. Porque si no lo hacía, me llevarían con aquel hombre malísimo que era mi padre.
Ahora sé que no quiero ser como aquellas personas.
Mi padre siempre me ha perdonado de antemano, a pesar de los problemas que le di en la adolescencia. El problema es que no sé cómo perdonar a mi madre. Nunzia me dice que nunca podré tener una relación sana con una chica, si no consigo perdonar a mi madre. Me dice que ella, como cualquier otra persona, no es perfecta ni infalible. Que lo hizo lo mejor que pudo o supo. Tiene razón. Y yo no hago otra cosa desde entonces, que aprender de papá. Porque él hace mucho tiempo que la perdonó. A quienes le cuesta más perdonar, es a esas personas que asesoraron tan mal a máma.

Dedicado a los casi 25.000 niños secuestrados cada año en España, entro y fuera de su pais.


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