viernes, 6 de enero de 2017

La custodia compartida y los roles de género


La custodia compartida y los roles de género


Hace muchísimos años, escuchaba a la ecofeminista Petra Kelly en París, durante una charla, y tuve la oportunidad de hablar con ella largo y tendido, tomando varios cafés.

En aquella ocasión, hablábamos de medio ambiente, feminismo y roles de género.

Ella misma me contaba que, cuando vivió en Estados Unidos, comprobó que el avance de las mujeres hacia la igualdad allí, era muy superior al que se producía en Europa: mujeres ejecutivas, mujeres comprometidas con la vida pública y la política.

Me dijo una frase que tardé mucho tiempo en digerir, y fue esta: Los hijos pueden superar a un padre con éxito, pero mucho más difícil es que, un hijo pueda superar a una madre con éxito.

Reflexionamos sobre lo hermoso de compartir la maternidad con la paternidad.

Ella me quitó la idea de que la custodia compartida era compartir la custodia de los hijos, y me convenció de que era mucho más. Mantenía que había que compartir todo lo que significa ser madre y ser padre. Buscar un equilibrio de los roles de género en el cuidado de los hijos, y que esto hacía niños más sanos.

En los divorcios habría que  mantener el medio ambiente emocional de los niños, por encima de todo, y el medio ambiente era facilitado por una maternidad y una paternidad responsable.

Charlábamos sobre los roles de ser mujer y madre, y el ser hombre y padre.

Al igual que sabemos que la fuerza del cariño y el apego a los hijos, no basta para criar de forma adecuada a un hijo, ella se quejaba de las trampas del feminismo radical.

Ya en la década de los 70 y 80, proliferaron estudios de distintas universidades dirigidos por la ideología feminista, donde se afirmaba que lo importante en la crianza de un hijo era la calidad del tiempo que se pasa con ellos, y no la cantidad.

Era necesario para el capitalismo (antes del fenómeno de la inmigración) crear una mano de obra accesible, y ahí estaban millones de mujeres en el hogar, que no eran productivas.

Otra cosa era que el mercado necesitaba mas consumidores, y ¿qué mejor bolsa de consumidores que amas de casa con más dinero en el bolsillo que el que les facilitaba su marido?

Se fomentó la idea de que la liberación de la mujer vendría por el acceso al mundo laboral y lograr cierta autonomía económica de sus parejas hombres.

Para facilitar que las mujeres no se sintieran culpables de no estar con sus hijos, se desarrolló toda una serie de artículos, estudios (fomentados por grandes empresas) que afirmaban que los hijos sólo necesitaban una buena calidad de tiempo de crianza, y no era tan importante la cantidad de tiempo que se estaba con ellos.

Se llegaron a publicar cosas tales como que una mujer sin trabajo era menos mujer, o era menos atractiva.

Petra hablaba de que las trampas del feminismo incipiente en aquellos años, eran iguales que las trampas del mercado de consumo que llevarían al mundo a su autodestrucción, tanto medioambiental como antropológico. Hablaba del feminismo capitalista, en EEUU y del feminismo socialista en Europa.

Nos hizo reflexionar en su conferencia de cómo la incorporación de las mujeres al mundo laboral, en ciertas ciudades en EEUU, había hecho incrementar la polución atmosférica, la contaminación y el volumen de desechos.

En nuestra charla de café, nos planteábamos desde el pensamiento feminista, cosas tales como  qué significaba ser hombre y mujer en aquellos (y estos) tiempos, y partimos de las preguntas siguientes:

¿Qué tareas se espera que cumpla un hombre?:

1º.- Ser buen marido o pareja (cuidar de su mujer).
2º.- Se buen padre (cuidar a sus hijos)
3º.- Ser buen proveedor (mantener a su mujer y sus hijos).

¿Qué tareas se espera que cumpla una mujer?:

1º.- Ser buena esposa o pareja (cuidar de su marido).
2º.- Ser buena madre (cuidar a sus hijos)
3º.- Ser buena proveedora (mantener su casa y a sus hijos).

Petra afirmaba que el feminismo capitalista e incluso el socialista europeo, habían sido una trampa para las mujeres, ya que decía que las condenaba a la doble jornada, trabajar fuera y dentro de casa.

Yo apuntaba que no era doble, sino triple jornada: trabajar fuera y dentro de casa, y seguir estando guapas para competir en el mercado laboral.

A ella le gustó mucho esta puntualización, en la que no había reflexionado, precisamente por ser ella una mujer que cuidaba poco de su aspecto exterior.

Yo apuntaba mis lecturas sobre los roles de género desde el punto de vista antropológico, y Petra se puso incluso a tomar notas en un cuaderno muy viejo, de algunas ideas que yo apuntaba.

A partir de una incursión intelectual sobre la película “el hombre perfecto” de Jorgen Leth hecha en 1967, yo le decía que los hombres llevaban miles de años queriendo cumplir las tres condiciones para ser considerados un “Buen Hombre”.

Apuntaba que los hombres no habían logrado cumplir los tres requisitos o condiciones, para ser considerados un hombre perfecto o ideal.

El día tiene 24 horas, y con los horarios laborales, los tiempos de desplazamientos y demás, a los hombres apenas les quedaba tiempo (e incluso fuerzas) para llegar a casa y dar la talla como padres, y muchas veces, como hombres de su “pareja”.

Si la opción del hombre era casarse o tener pareja para tener hijos, sabía de antemano, quizás por la memoria genética o por su estructura cerebral, o simplemente por lógica típicamente masculina, que si de las 24 horas que tenía el día antes de casarse, dedicaba casi la mitad de ese tiempo en el trabajo y sus desplazamientos, y 8 horas en dormir, estaba claro, y todo el mundo aceptaba, que sólo disponía de 4 horas al día para ser padre y, buen y cariñoso esposo.

Los hombres llevan cientos o, quizá miles, de años aceptando que el día no tiene suficientes horas para conciliar la vida de ser un buen profesional (proveedor), un buen padre (protector) y un buen esposo (prestatario).

Los hombres, han aprendido hace cientos de años, a elegir dos de estas opciones:

Ser buen padre y ser buen proveedor (profesional) no te deja tiempo para ser buen esposo.

Ser buen esposo y buen padre, significa renunciar a ser un buen profesional.

Ser buen esposo y buen proveedor, significa sacrificar tiempos de cuidado a los hijos.

Pero conciliar en 24 horas al día los tres requisitos, es una tarea de titanes.

Con la incorporación de las mujeres al mundo laboral, éstas han descubierto por fin, por qué las limitaciones de los hombres en cuanto padres y en cuanto parejas y, que muchos hombres que son buenos padres y buenas parejas, han tenido que decidir renunciar a su promoción profesional.

Sin embargo, muchas mujeres no se han adaptado muy bien a este mundo de lo público o "mundo masculino", y creen que pueden cumplir con esas tres funciones a la perfección: ser buenas profesionales, ser buenas madres y ser buenas parejas.

La frustración que sufren a diario por no ser realistas, ha dado lugar a la insatisfacción de miles de mujeres con sus propias vidas (véanse las RRSS), y ello hace que busquen un culpable de sus insatisfacciones, y han encontrado, como lo fue el diablo de la edad media, que el culpable de sus males es el patriarcado o simplemente "los hombres", porque no sería muy correcto decir que “todos los hombres tienen la culpa de sus vidas insatisfechas”.

Son como los miles de adolescentes que culpan de todos sus males a los demás.

No es, hasta que las mujeres se incorporan al mundo público, que no se inventan cosas tales como guarderías, comedores escolares, aulas matinales, ayudas sociales, etc.

Esto es, que el feminismo logra que el capitalismo e, incluso el socialismo europeo, haga por las mujeres, lo que nunca hizo por los hombres.

Se ha creado toda una industria, no solo privada sino pública, sostenida con impuestos, para ayudar a las mujeres a conciliar su vida laboral y familiar. Pero lo que no puede hacer el dinero público ni la política, es hacerlas sentir más felices.

Los datos son los datos: 

Desde la década de los 80 en que las mujeres se incorporan paulatinamente al mundo laboral, el consumo de antidepresivos por parte de las mujeres en occidente explota hasta los límites actuales.

Así la OMS, ya dedicó una monografía sobre el peligro del consumo de antidepresivos por parte de las mujeres, llegando entre sus conclusiones, a que una de las principales causas era el alto nivel de estrés (angustia), que sufren las mujeres que trabajan fuera de casa y que, además, son madres.

Y aquí es donde llega la custodia compartida.

Se inventan hace unos años el discurso lógico de que, si la mujer contribuye en la economía familiar, el hombre y padre debe contribuir en las tareas del hogar, entre las que está, lógicamente, el cuidado y atención a los hijos.

Sin embargo, este discurso políticamente correcto del feminismo razonable, se queda sin sentido cuando llega la ruptura de la pareja.

El feminismo y su discurso está aún en pañales, frente al madurado discurso político europeo. Y, por ello, aún no tiene una respuesta a qué debemos hacer con ese exigible reparto de tareas y roles de género, cuando la pareja se rompe y surge el divorcio.

Como digo, el feminismo no tiene más que una respuesta decimonónica y machista, cual es que la custodia de los niños debe ser para las mujeres, en cuanto madres.

Asociaciones como Juristas Themis, Dones per la Igualtat o Ahige, siguen ancladas en el derecho Romano y, más concretamente, en el Código de Justiniano de hace casi 2000 años, que venía a decir prácticamente lo mismo.  

Por ello, creo que el problema de la poca instauración de la custodia compartida exigible y obligatoria de los hijos tras un divorcio en España,  es debido a que el feminismo imperante ahora en nuestro país, está en plena adolescencia y no ha terminado de madurar.

Los datos son los datos:

Las mujeres separadas o divorciadas con cargas familiares (hijos a su cargo), tardan una media de 7 años en superar la ruptura, necesitan un 30% del tiempo más que un hombre, para promocionarse profesionalmente y consumen un 50% más de antidepresivos que las mujeres que comparten la custodia de sus hijos.

Por eso, estoy conforme con Petra cuando, en aquella conversación, llegaba a la conclusión de que no hay que compartir a los hijos, sino que padres y madres deben compartir la maternidad y la paternidad, en cuanto al desarrollo armónico y equilibrado de roles de género.

Sevilla, Enero de 2017.-  

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