viernes, 23 de junio de 2017

La ignorancia en torno a la custodia compartida

La ignorancia en torno a la custodia compartida de los niños (Impuesta)

Desde que escribo y trabajo para divulgar los beneficios de la custodia compartida para los niños cuyos progenitores deciden vivir por separado, hace más de 25 años y, desde que comencé allá por el año 1989 a buscar formas alternativas a la Justicia en la resolución de los conflictos de pareja, sea la mediación, la colaboración, la justicia restaurativa, la cooperación,  el arbitraje, etc., me encuentro en este año 2017, con unos cuantos estudios y artículos de opinión sobre la nocividad de la custodia compartida, que no dejan de sorprenderme.
En estos estudios, hay un argumento de fondo en común en todos ellos:
“el nivel de conflicto es perjudicial para el desarrollo armónico de los hijos que viven en este entorno de una separación y/o divorcio de sus progenitores”
Es curioso que existan también estudios desde la psicología, sobre la nocividad de la convivencia de niños en familias en las que sus dos progenitores viven juntos, pero se llevan mal o viven en ese tipo de relaciones típicas conflictivas donde la pareja está rota, pero no acaban de tomar la decisión de separarse.
Como mantiene el eminente psicólogo forense Julio Bronchal, tampoco tendría fundamento pretender desaconsejar la custodia compartida acudiendo para ello al manido prejuicio acientífico de afirmar que la ausencia de entendimiento entre los padres hace imposible una solución coparental de custodia, cuando, por el contrario, la investigación psicológica y sociológica concluye que la falta de acuerdo es perniciosa en cualquier condición de custodia, pero todavía más cuando esta es exclusiva, y que la custodia compartida, incluso en contextos de conflictividad, mitiga el mismo, al equilibrar el poder entre las partes (Pearson y Thoennes, 1990).
Continúa diciéndonos que : Bien debe saberse que atender los aspectos esenciales de la crianza de un menor –escolarización, sanidad, Etc- son derechos/obligaciones derivados de la Patria Potestad compartida entre los padres, no de la guarda y custodia, por lo que la forma de esta última –exclusiva o compartida- en nada afecta a las decisiones que al respecto se tomen sobre los menores. Dicho de otra manera, la custodia exclusiva no confiere ninguna ventaja o autoridad a ninguno de los padres para resolver cuestiones esenciales –colegio, sanidad Etc.-, por lo que el acuerdo/desacuerdo entre las partes es un estado de su relación, que sigue igualmente presente bajo cualquier forma de custodia. La resolución de las discrepancias entre los padres divorciados es completamente independiente de la forma de custodia que disfruten sobre sus hijos, y para ello la ley prevé mecanismos procesales específicos para resolver la discrepancia sometiéndola al arbitrio y decisión del juez, sin que este quede condicionado por que uno u otro sea o no titular de custodia alguna, sino atendiendo exclusivamente al bienestar de los menores. Cuando se niega la posibilidad de una solución coparental de custodia, se entrevé una confusión entre los conceptos “guarda y custodia” y “patria potestad” de ahí, la sobreestimación que se hace del disenso entre los padres, para negar la posibilidades de coparentalidad, contra la evidencia científica que afirma que la coparentalidad favorece el acuerdo entre los padres, disminuye el conflicto entre ellos -muchas veces funcional a intereses espurios- y es lo más beneficioso para los menores (Granite, 1985; Patrician, 1984; Wilkinson, 1992). Más aún en el presente caso donde ambos padres parecen haber llegado a acuerdos fundamentales en todo lo referente a la crianza y educación de sus hijos –escolarización, filosofía educativa, salud Etc.-, limitándose sus discrepancias esencialmente a aspectos relativos a la ordenación de las relaciones parentofiliales de sus hijos."
En mi opinión basta comprobar como existen multitud de estudios desde hace años sobre la nocividad extrema de la custodia monoparental, y la relación directa de éstas con fenómenos sociales tales como la pobreza o la exclusión social. En muchos países occidentales, con respecto a las familias monoparentales (padres y madres solteras) se les aprueban ayudas para afrontar la paternidad y la maternidad en solitario, dadas las dificultades que entraña la crianza de un menor por un solo adulto. En custodia compartida, las ayudas gubernamentales disminuyen ostensiblemente.
En los casos de divorcio, no existe ni un solo estudio longitudinal, o al menos yo no lo he encontrado, que diga que la custodia monoparental sea beneficiosa para los niños. Igualmente, en todos ellos, hay un elemento en común: el nivel de conflicto entre los progenitores es lo que hace daño a los niños.
Esto es, que podemos concluir sin temor a equivocarnos que lo que hace más daño y resulta más perjudicial a los niños, no es que vivan con uno u otro, o con los dos progenitores bajo el mismo techo, sino el nivel de conflicto que existe entre las personas que, se supone, deben cuidar de los niños y procurarles bienestar y seguridad en sus vidas.
Si hay una separación y/0 divorcio de los progenitores, la convivencia conjunta desaparece, y el nivel de conflicto al que se ve sometido el niño, desaparece. Pero aún hay más, todos los estudios demuestran que la lucha por la custodia compartida, propician, entre otros:
1º.- La violencia hacia la mujer.
2º.- La violencia hacia los niños.
3º.- La sustracción de los niños, sea física o emocional a través de la alienación parental.
4º.- El enriquecimiento de despachos de abogados y abogadas que viven de generar procesos adversariales.
5º.- El enriquecimiento de asociaciones de mujeres y hombres y de sus directivas.
6º.- El colapso del sistema judicial y de salud mental.
En segundo lugar, la nocividad de la custodia monoparental viene dada por la ausencia de ese equilibrio que los menores necesitan de dos figuras de referencia, que complementan los roles de género que, en muy pocos casos se identifican. Incluso en los estudios sobre familias homoparentales, salen a la luz la bondad de la existencia del reparto de roles de género entre los dos progenitores, sean dos mamás o sean dos papás.
Los estudios que dieron lugar a leyes occidentales sobre el matrimonio homosexual o la adopción y m/paternidad compartida de dos personas del mismo sexo, sea por filiación o por adopción, nos indican que es muy bueno y beneficioso para los niños que existan estas dos personas. En las adopciones unipersonales, todos los estudios confluyen en un dato significativo: el alto grado de dificultad que da lugar la monopa/marentalidad  en estos casos. 
De ahí la razón de este artículo.
Ahora se alzan voces desde algunos partidos en el congreso contra “la custodia compartida impuesta”. Pero la ignorancia de los responsables de estos partidos sobre la custodia compartida es digna de resaltar. Simplemente no saben de lo que hablan.
Así, quieren que las cosas sigan como en la época de Franco o se agarran a la ley de Fernández Ordoñez de 1981, en el sentido de que las custodias deben ser para las madres, porque para eso están las mujeres, para cuidar de los niños. No se puede ser más retrógrado. Hasta mi abuela que murió en el siglo pasado, era más moderna que esta gente ignorante, que quiere perpetuar los roles tradicionales de género. Hablan de que la maternidad les impide superar el techo de cristal y a la vez se niegan a la corresponsabilidad parental.
Hablan de acabar con la violencia hacia la mujer y a la vez apoyan una herramienta (custodia materna exclusiva) que propicia la violencia hacia la mujer, según el Emakunde 2002.   
Hablan de igualdad mientras apoyan un trato discriminatorio de los niños, según sus progenitores vivan juntos o separados.
Pero lo que más me sorprende es que la ignoran que la custodia compartida es impuesta por la ley desde hace años y eso no ha cambiado, desde que el niño nace en el seno de una pareja. Incluso los jueces llevan años dando a casi todos los casos la custodia compartida impuesta, pero sólo en períodos de vacaciones, o los fines de semana alternos. Porque, cuando los niños están con el padre los fines de semana alternos o en la mitad e vacaciones ¿Quién tiene la custodia en ese momento?
Lo que más me sorprende es que recientemente estos mismos partidos que rechazan la custodia compartida impuesta, no lo hayan hecho cuando se trata de los animales de compañía.
Ósea, que han aprobado una ley terrible para los perros, gatos y otros animales de compañía cuando hace meses aprobaron la ley de custodia compartida de éstos, cuando una pareja tiene un animalito de compañía en común.
Pero volvemos a nuestro asunto.
En temas de divorcio o separación, demasiadas veces escuchamos a jueces, fiscales, abogados y psicólogos, eso de que no es bueno para los niños estar de arriba para abajo y que, si las casas están más o menos lejos una de otra, o que existen enfrentamientos entre ambos progenitores y la falta de entendimiento entre ambos, que hacen imposible la custodia compartida. Otro tipo de argumentos son: el cómo se ha desarrollado el reparto de tareas de crianza de los niños antes de la separación, o que se deben respetar los acuerdos anteriores de los miembros de la pareja, en este aspecto.
Todos estos argumentos tienen una sinrazón jurídica y lo que es peor, una sinrazón psicosocial y medioambiental de la familia y de las necesidades de los menores en esta nueva fase de sus vidas, y no vamos a plantear argumentos para contradecirlos, por ser de sobra conocidos.
En lo que sí vamos a entrar es, a mi modo de ver, en las “ciertas” razones que existen para rechazar la custodia compartida: el nivel del conflicto y sus razones.
Por ello, hace unos meses decidimos buscar datos en las fichas de clientes (modelo de entrevista estructurada Coy&Sariego del método registrado en 1995) y hacer un pequeño estudio sobre el dato que se recoge en dichas ficha-entrevistas, sobre las causas de la separación y/o el divorcio y el conflicto generado por dicha causa.
Tomamos como muestra cuatrocientas fichas de los últimos cinco años, y nos hicimos las siguientes preguntas:
 1º: ¿Existe un alto nivel de conflicto por parte del padre?
2º.- ¿Existe un alto nivel de conflicto por parte de la madre?
3º.- ¿Existe una verdadera lucha por la casa?
4º.- ¿Existe una lucha por el control del dinero (pensiones)?
5º.- ¿Existe un ánimo de venganza por causa de infidelidad?
6º.- ¿Existe un ánimo de venganza por la sensación de abandono?
7º.- ¿Existen problemas madurativos desde la infancia?
8º.- ¿Existe algún problema de salud mental?
9º.- ¿Existe un grado de incomodidad en el conflicto?
10º.- ¿Existe un problema de drogas o alcohol?
11º.- ¿Hay violencia intrafamiliar en el seno de la familia?
Llegados a este punto, nos pusimos a contar los casos en base a estos datos y nos dieron un resultado inquietante, a saber:



porcentaje
Casos
alto nivel conflicto padres
16%
64
alto nivel conflicto madres
72%
288
lucha por la casa
92%
368
lucha por el dinero

97%
388
venganza por infidelidad
27%
108
venganza por abandono
47%
188
problemas madurativos desde la infancia
62%
248
problemas salud mental padres
42%
168
problemas salud mental madres
65%
260
incomodidad

54%
216
drogas y/o alcohol
33%
133
violencia intrafamiliar
16%
62

Indicar que, en muchos casos se daban por lógica, una o más variables de las que nos propusimos estudiar.
1º.- Alto nivel de conflicto de padres (16%) y madres (72%).
Los datos son espectaculares, empezando por el nivel de conflicto que provocaban los hombres en la ruptura, su forma de reaccionar frente a la separación o el divorcio, a veces con el uso de la violencia verbal, aunque en la mayoría de los casos, era poniendo obstáculos a cualquier salida o solución a cada detalle o medida a adoptar en el futuro. Sólo 16 de cada cien casos, los hombres provocaban un alto nivel de conflicto a la hora de afrontar la crisis y el estrés de la separación. El dato más significativo de este nivel alto de conflicto lo era por la no aceptación de ser tomado como un padre visitador o de fin de semana, o que se les pedía sólo ser proveedores y poco más.
Este tipo de comportamiento es razonable si pensamos en el modelo educativo patriarcal que impera en occidente, donde a la mayoría de los padres se les ha trasmitido la idea de que “deben ser proveedores de la familia” y luchar en el mundo público para traer dinero a casa y dar seguridad económica, por lo que “no es necesaria ni imprescindible su presencia en la vida de los niños”, aunque la realidad no haya sido así, como hemos podido comprobar en el 76% de los 400 casos estudiados.
Muchos hombres en este caso, creían “cumplir” con su función en el seno de la familia, e incluso en un altísimo porcentaje, su propia pareja femenina era quién había impuesto de alguna forma que ello fuera así. Nos llamaba la atención el hecho de que a muchos papás no se les permitiera coger o acunar a sus hijos cuando éstos eran muy pequeños, siendo las madres las que exigían ser las únicas válidas para ello.
También era muy significativo el hecho de que apareciera un dato en alto nivel porcentual (84%) de mujeres que, en cuanto eran madres, adoptaban una postura sobreprotectora de los hijos, apartando a los padres de la crianza o de simples tareas cotidianas de cuidado. Tan sólo contaban con ellos para cuestiones de logística en la crianza, tales como la compra, o ayudar en los paseos a llevar la bolsa de los bebés, conducir, etc…   
Era sorprendente el hecho de que muchos hombres se quejaban de la actitud pasivo-agresiva que adoptaban sus esposas cuando tenían el primer hijo, fundamentalmente. Adoptaban posturas de víctimas de no se sabe qué, pretendiendo que sus parejas hombres fueran adivinos de sus pensamientos o miedos. Esto último, el miedo a ser abandonadas por haber perdido parte de su belleza externa motivada por el embarazo, era un factor determinante en la actitud pasivo agresiva de las mujeres tras su primer hijo. Hemos detectado a lo largo de los últimos veinte años, que se ha producido una cierta disminución del nivel de autoestima de las mujeres en cuanto tienen su primer hijo. Como consecuencia de la crisis de valores y del hecho de que las relaciones de pareja se han llegado a convertir casi en un objeto más de consumo, y la falta de perspectiva y de inversión en apostar por el futuro de las relaciones  de pareja (muchas parejas conviven o se casan hasta que dure o llegue el final), se ha provocado muchos miedos, cuando la pareja tiene su primer hijo. La madre espera tener al padre más atado e implicado en el sostenimiento de la familia, pero sin implicarlo en la crianza, ya que así ella, supuestamente, se siente más segura de que, al menos, no perderá a su hijo en caso de ruptura.     
Por todo esto y algunas variables más que no hemos desarrollado, no deja de sorprendernos que son 72 de cada 100 mujeres las que provocaban un alto nivel del conflicto a la hora de afrontar la crisis de pareja.
En esta variable, no introdujimos las causas, porque lo que pedíamos en la entrevista era quién ponía más problemas a la hora de hablar de la ruptura, o quién de los dos, ponía más obstáculos a la hora de ir buscando algunas soluciones parciales o totales a la hora de afrontar la reestructuración y reorganización de la vida de la familia tras el divorcio.
El dato más significativo de este alto nivel de conflicto de las mujeres en cuanto madres, era que se encerraban en su rol tradicional, y se encerraban en posturas tales como: “los niños los he parido yo y son míos”, o “tú no vales como padre”, “yo les doy una estabilidad que tú no puedes”, etc.
Existe un alto grado de egoísmo simple, en las motivaciones de las posturas que provocaban un alto nivel de conflicto y estrés en el proceso de ruptura.
Es curioso que los niños o sus necesidades, apenas aparecen en esta parte del conflicto sobre la resistencia de uno u otro, al proceso de ruptura.
Los hombres, en cuanto padres, elevaban su nivel de conflicto de forma muy irracional, porque se sentían “engañados” y menospreciados por el hecho de que se les hubiera exigido o se hubiera pactado de forma tácita en la convivencia ser de una forma determinada, y  comportarse como una buena pareja o un buen padre y, a la hora de la ruptura, precisamente lo que se les criticaba era esa forma de ser pareja y padres. La Inmensa mayoría de hombres a la hora de la ruptura, se sentían que habían sido tomados por tontos.
Ponemos por ejemplo el caso de un padre al que se le convence de que lo que debe hacer con su herencia es comprar a medias (gananciales) una casa nueva para la familia, y tras ello, la esposa solicita que él se vaya porque ya no le quiere. Es razonable que una persona a quien se le hace esto, actúe con un alto grado de resistencia y conflicto. Si hubiera sido un Banco el que hubiera engañado a este hombre y lo desahuciara de su casa, todo el mundo nos hubiésemos puesto en su lugar. Pero en casos de divorcio, cuando nos enteramos que ha ocurrido este mismo engaño a un hombre, o bien pensamos que el hombre ha sido un tonto de pacotilla, o que ella ha sido muy lista. Desconozco por qué nunca surge la empatía en estos casos.
Esta última reflexión, nos une al siguiente motivo o causa verdadera para oponerse a la custodia compartida en España:
2º.- Lucha por la casa (92% de los casos)
Éste es de los motivos más numerosos que provoca un alto nivel de conflicto en una ruptura de pareja, haya o no hijos, aunque nos vamos a dedicar a explicar este asunto cuando hay hijos, ya que está relacionado, y mucho, con el tema de la custodia compartida.
En la inmensa mayoría de los casos, las parejas suelen poseer una sola vivienda en la que conviven. Según los datos recogidos, existe un 72% de casos en los que la vivienda es en propiedad de la pareja, bien en gananciales (en su mayoría) o bien en proindiviso. El resto de casos la vivienda es privativa de uno de los miembros de la pareja, o está en alquiler o la poseen en uso cedido por los padres de uno de los miembros de la pareja, casi en un 99% por parte de los abuelos paternos.
Por ello distinguiremos los conflictos por la situación de la casa con respecto de la pareja, y la causa legal de su uso.
Sobre los 400 casos que hemos estudiado, nos dan el resultado siguiente:
Título
Situación
porcentaje
propiedad
Pagada
8%
Hipoteca
64%
privativa
Pagada
2%
Hipoteca
4%
alquiler
Familiar
2%
Tercero
12%
cesión uso
abuelos p.
8%
abuelos m.
0%

            En el primer caso, la casa está pagada y es propiedad de la pareja  a medias, bien en gananciales o en proindiviso (más raro). En este caso, las mujeres son informadas por abogados, amigos, familiares y centros de orientación de la mujer, que la mujer se “queda siempre con la casa”. La verdad es que tomando como referencia los datos del CGPJ, no es de extrañar y a nadie nos extraña que esto sea así. Lo cierto es que en un 89% de los casos, los tribunales otorgan el derecho de uso de la vivienda familiar a la mujer, porque en el fondo los representantes de la Justicia en nuestro país siguen confundiendo vulnerabilidad con debilidad, en cuanto piensan en una mujer en conflicto. Desconocen los jueces que existen miles de pisos de protección oficial como ayuda a las mujeres que se separan, mientras que no hay casi ningún piso de ayuda a hombres que pierden su casa tras un divorcio. La excepción, en este caso, se encuentra en el País Vasco.
Trasluce cierto grado de machismo anacrónico en este tipo de ideas, por cuanto en las resoluciones judiciales se entrevé que existe un afán proteccionista de las mujeres y se le tiende a conceder casi todo lo que piden. En el fondo es porque se las considera inferiores, lo cual no deja de sorprenderme cada día. Más sorprendente aún en este caso de la lucha por la vivienda, es el hecho de que se les aconseja a las mujeres luchar por obtener el uso de la vivienda (sea cual sea el título por el que se ocupaba por la familia) por cuanto la minuta de muchos abogados, es más alta en este caso.
En todo caso, si la vivienda está pagada, no existe mayor problema, ya que muchos hombres aceptan irse de casa por las buenas o a fin de evitar ser denunciados por cualquier cosa (una discusión con tu pareja y la policía te echa de inmediato de la casa. Todos sabemos a qué me refiero).
Según nuestras fichas y recogidas de datos, en un 60% de los casos en que las mujeres presentaron una denuncia de malos tratos, sólo con la intención de que el marido o su pareja se marcharan de casa. Después quisieron retirar la denuncia. Luego se encuentran con que la denuncia tiene unas graves consecuencias  que ellas no  habían previsto o no se les había informado sobre las mismas, de ahí el alto grado en datos oficiales, de mujeres que retiran la denuncia tras conocer las graves consecuencias de ello.
Mucha gente, especialmente operadores jurídicos, saben que esto es así, pero nadie hace nada sobre ello: nunca se persigue a una mujer que retira la denuncia, casi nunca se actúa contra ella, por fiscales, policía o jueces. Es inaudito.
Conocemos casos de mujeres que nos han informado que han sido amenazadas y coaccionadas por distintos operadores, de que iban a ir por ellas si seguían en su intención de quitar la denuncia, pero con el objeto de que la denuncia primigenia siguiera adelante.
En todo caso, y regresando al asunto particular de este tema de la casa como elemento de conflicto, podemos decir sin lugar a equivocarnos que es muy preocupante todo ello. Lo decimos porque según datos de Cáritas y de IntermonOxfam, existe un altísimo porcentaje de nuevos pobres que son hombres que se han quedado sin casa, no por culpa de bancos y desahucios, sino tras un divorcio.
La lucha de la casa es un motivo de conflicto que, a medio plazo provocan factores facilitadores de exclusión social en todos los miembros de la familia.
Se nos han dado múltiples casos en los que el hombre debe abandonar la casa, pero debe seguir pagando la hipoteca, y cuando a ello suma el gasto del alquiler de su propia casa, los gastos de su propia manutención y el pago de pensiones, se encuentran con que deben decidir cuál de estos conceptos debe pagar, porque no puede afrontar todos a la vez.
Nosotros aconsejamos dejar de pagar la hipoteca de la casa familiar, por cuanto hay que hacer una lista de prioridades:
1º.- Pagar la pensión en necesario y así se evitan denuncias y demás, ya que dejar de pagar las pensiones teniendo ingresos, es un delito.
2º.- Pagar su propio alquiler y su manutención, ya que si no, puede entrar en causa grave de exclusión social y ello perjudica a los niños, por el hecho de tener que ver a su padre en la indigencia.
3º.- El hecho de no pagar la hipoteca, es menos gravoso ya que es más factible para una mujer divorciada en estas circunstancias, obtener ayudas públicas, mientras que los hombres no poseen ninguna de estas ayudas.
Se podrá o no estar de acuerdo con estas ideas, pero lo que sí creo que es acertado es la idea de que no liquidar la casa tras un divorcio es un gran generador de nuevos conflictos a los que, entre todos, abocamos a miles de familias en este país.
Por ello, se da un alto nivel de conflicto generado por el uso de la casa. Las madres porque poseen una carga genética y así lo demuestran los estudios antropológicos, del instinto de preservar la “cueva” y un lugar donde criar a la prole. El hombre siempre podrá “conquistar” otra cueva para él.
Los hombres suelen usar el poder del control del dinero de la familia, para gestionar el problema de la lucha por la casa. Los tribunales están llenos de casos así. Sobre todo cuando otro “macho” entra a convivir con su anterior pareja en “su casa”.
Está claro que las viviendas vienen a ser en casi todos los casos, el único bien que la pareja posee, y que por ello, exista un alto grado de conflicto en torno a la lucha por el uso de la misma (quedarse con ella de una forma u otra).
Nuestro consejo legal es intentar llegar a acuerdos en torno a la venta o cesión del uso de la casa, a cambio de pagar menor cantidad de dinero si hubiera lugar a pagar pensiones. No llego a comprender por qué en muchos casos se prohíbe capitalizar las pensiones como pago de la parte de la casa de un progenitor al otro. Esto es, que si un progenitor cede la propiedad de la casa al otro a cambio de no tener que pagar pensiones durante equis años, o rebajar sustancialmente el importe de las mismas (en caso que las hubiera) a cambio de la cesión de la propiedad de la parte de la casa de uno al otro.
Este tipo de soluciones con la crisis, cuesta más obtenerlas, ya que los bancos son reacios a perder un garantista sobre la hipoteca.
Por ello, es mucho más saludable en estos momentos, plantearse vender la vivienda y, con lo obtenido, cada progenitor adquiere una vivienda más pequeña y más barata. Y, a ser posible, ubicadas cerca para facilitar el reparto de tareas del cuidado de los hijos.
Pero todo esto es en el caso de que ambos progenitores y sus abogados sean personas razonables, ya que en caso contrario, condenamos a todos los miembros de la familia a seguir en un grado de incertidumbre por muchos años, que no facilita los acuerdos ni el diálogo necesario tras un divorcio.
3º.- Lucha por el dinero (97% de los casos)
Todo el mundo sabe que detrás de un divorcio, la lucha primordial está en el control de los recursos financieros de la familia: el dinero.
En este caso, son los hombres los que suelen tener mayor control sobre esta variable, y luchan por ello con más ahínco.
Muchos de ellos, no comprenden que si una mujer les pide el divorcio, encima tengan que pagar por ello una cuota mensual. Muchos se “sienten” cajeros automáticos tras un divorcio.
Además, en las negociaciones antes del divorcio, a los hombres se les llega a decir que cuanto más dinero aporten a la madre, más posibilidades tendrán para ver a los hijos, lo cual no deja de ser paradójico: si un progenitor se queda sin recursos económicos ¿Qué grado de bienestar puede ofrecer a su prole?
En nueve de cada diez casos hemos comprobado que se llega a argumentar cosas tales como “o me pagas tanto o no verás a los niños”, “o pagas tales extras, o este fin de semana no te llevas a los niños”. E, incluso “como no has pagado tal cosa, no te llevas a los niños de vacaciones” y cosas por el estilo. Esto es, el dinero es la excusa que se utiliza tras cualquier desencuentro y se utiliza cualquier medio de negociación, con tal de obtener dinero, incluso a los propios niños por parte de las madres en su mayoría. Hemos encontrado casos en los que una madre denuncia a su ex pareja por malos tratos porque éste no podía pagar la hipoteca o la pensión.
Lo más grave, es que la policía o la guardia civil tramitan este tipo de denuncias, y asociaciones de mujeres y otras de carácter supuestamente profesional, emiten “certificados” de que esto es violencia de género, omitiendo la realidad de la situación económica de la familia. He llegado a ver en un informe de una asociación de mujeres afirmar que, como el ex marido no pagaba la hipoteca, eso era violencia de género por maltrato psicológico, desconociendo que el ex marido había muerto hacía unos meses. Los técnicos (mujeres en este caso) que emitieron dicho informe, siguen trabajando y cobrando a través de subvenciones del estado en dicha asociación. Sin embargo, aquella mujer a la que facilitaron dicho informe fue desahuciada por un Banco, pero en este caso, aquellas técnicas, no han querido facilitar a la mujer un informe que diga que es violencia económica lo que el Banco ha hecho con ella y sus hijos.
En los casos de vivienda privativa, imaginen que a Ud. que es propietario en exclusiva de su casa, lo expulsan y le expropian la misma sin justiprecio a cambio, sino que, al contrario, debe seguir pagando además por ello. Son poco casos, pero lógicamente muy conflictivos, ya que la sensación de expropiación de su propiedad es mayor que si la casa es ganancial. Hemos llegado a ver a hombres que han hipotecado su casa privativa al máximo cuando llegó el momento del divorcio, y dejaron de pagar de inmediato. Cogieron el dinero de la hipoteca y lo invirtieron en su “próxima” casa, pero a nombre de familiares.
En cuanto a las viviendas de alquiler, el problema está mejor resuelto por la ley, ya que a quien se otorga el uso de la casa, pasa a ser el titular del contrato y, por ende, debe pagar. En estos casos la lucha es por el dinero de nuevo, ya que se pretende inflar el importe de las pensiones, para que parte de ellas sufraguen el coste del alquiler. Esto suelen hacerlo incluso los jueces en sus sentencias, ocultando que una de las obligaciones del progenitor custodio es facilitar un techo a sus hijos, pero no a costa del otro progenitor, salvo en casos de dependencia económica absoluta.
El mayor grado de conflicto viene dado en los casos de cesión del uso de la casa familiar por parte de los abuelos paternos. Padres y madres que ceden a su hijo varón el uso de una casa para que cree su propio nido, y cuando éste se separa o divorcia, pierden la casa. Afortunadamente, ya los tribunales consideran que existe precario en estas circunstancias, pero han tardado más de 25 años en reconocerlo, desde que se planteó por vez primera.
En todo caso, nos parece inaudito que los Juzgados no llamen a los terceros en estos procesos, ya que de esta forma, dando voz a estos terceros, muchos casos, podrían tener una resolución más rápida a estos conflictos, y facilitaría una mejor negociación.
Seguro que la casuística es mucho mayor, pero intentamos hacer sólo unos apuntes de cada causa, a modo de reflexión y crear debate sobre todo esto, por ello, pasamos al siguiente punto.
4º.- Venganza por infidelidad (27% de los casos)
 Éste es un motivo del conflicto que difícilmente los abogados somos capaces de gestionar, ya que en ningún curso universitario o de los CAP de los Colegios de Abogados se trabaja sobre ello.
En algo más de uno de cada cuatro de los casos estudiados, nos aparece esta causa generadora del conflicto. Se suele dar en un altísimo porcentaje más en mujeres (81% casos) que en los hombres (19% de los casos). El problema es que la respuesta por parte de unas y otros es completamente distinta.
Muchos lectores pensarán que son muchos casos de venganza los que hemos introducido, pero hemos de tener en cuenta que aquí se cuentan los casos (cada vez más usuales) de la venganza de la ex mujer cuando al cabo de un tiempo transcurrido desde la separación, se entera de que el ex marido tiene una nueva pareja o como dicen muchos: “ha rehecho su vida”. No deja de sorprendernos que en estos casos, las que peor reaccionan son aquellas mujeres que tomaron la iniciativa en la separación de la pareja, pero no soportan saber que su ex marido haya encontrado otra “hembra” que la ha sustituido.
Podríamos hablar y especular mucho sobre las causas genéticas, antropológicas, psicológicas, sociales o, simplemente, temperamentales que hacen que una persona sea más o menos fiel a su pareja. Incluso la propia concepción de la fidelidad-infidelidad es muy discutida y poco definida, sobre todo cuando nos encontramos con que es un “valor” con connotaciones de ideología religiosa de base islámico-judeo-cristiana, ya que en otras religiones se acepta la infidelidad conyugal. En todo caso, la fidelidad es un valor que, poco a poco, se ha introducido incluso en el derecho de los países occidentales, sin llegar a definirse legalmente qué es la “fidelidad”.
La RAE define la fidelidad como “lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona”. Y de lealtad nos dice que es: ”cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien”.  Bueno, es difícil eso de definir en este contexto esto del honor y la hombría de bien.
Esta idea se introdujo en el código civil en el año 1975 en el artículo 56 del mismo, y más tarde se pasó, en el año 1981, al art. 68, donde se mantuvo en la reforma de 2005.
En resumen, se nos dice en el artículo 68 del Código Civil que: ”Los cónyuges están obligados a vivir juntos, guardarse fidelidad y socorrerse mutuamente”.
En este punto, está claro para mí que con la separación y/o divorcio desparecen estos deberes conyugales, entre ellos, la fidelidad. Pero para explicar por qué la fidelidad-infidelidad es un conflicto en estos casos, debemos explicar grosso modo unas pequeñas reseñas que hemos encontrado en nuestra recogida de datos:
La inmensa mayoría de los casos en que nos hemos encontrado que existía infidelidad, estaban causados por un primer hecho que no se suele estudiar: la falta o desaparición del amor por parte de uno o los dos miembros de la pareja. A veces hemos tenido que indagar en nuestras entrevistas, si la persona era consciente o no de ello, ya que en muchos casos, la infidelidad venía precedida de falta de amor, aunque la persona en cuestión aún no era consciente de ello.
Es ampliamente reconocido por nuestros datos que los hombres son infieles la mayoría de los casos, porque ya habían dejado de amar a su pareja o sentirse amados por su pareja. Cuando estos hombres no son conscientes de ello, suelen ser infieles. Hemos encontrado mujeres que se quejaban de que sus parejas eran infieles sin que ellas se plantearan qué estaba ocurriendo en el seno de su pareja para ello ocurriera. En los últimos años, se han ido invirtiendo los roles en estos casos, y son más las mujeres que adoptan la decisión de ser “infieles” a sus parejas con otro hombre, todo ello, basado en el empoderamiento de las mismas, que reproducen comportamientos típicamente masculinos.
Los hombres que son infieles deciden separarse de su esposa o pareja, pero la mayoría, no lo hace hasta que tiene otra mujer sustituta de la primera.
Las mujeres que son infieles porque no tienen amor en su pareja estable, deciden separarse sin más, aunque tardan más tiempo en tomar la decisión. Asimismo, muchas mujeres no necesitan tanto a un hombre sustituto, para dar el paso de la separación y/o divorcio.
Hemos encontrado un dato sorprendente, y es que nos hemos topado con muchos casos en los que tras un divorcio, ellos y ellas deciden tener nueva pareja, suelen reproducir el modelo anterior que tenían, y ello provoca no pocos conflictos. Con las nuevas parejas, las mujeres mucho más que los hombres, suelen ser más exigentes con la relación de pareja, pero al final terminan reproduciendo modelos aprendidos con anterioridad. Como nos reconocían algunas mujeres en las entrevistas: estaba mejor con mi primera pareja, ya que sólo tendría los problemas de la primera pareja, pero no los de la segunda añadidos.
Los que resultan ser infieles “pillados” se sienten culpables y suelen ceder a las pretensiones de la otra parte en las condiciones del divorcio, en este caso algo más los hombres que las mujeres.
Los hombres son más propicios a crear un nuevo nido que las mujeres, y éstas tardan una media de siete años, según nuestros datos, en encontrar una nueva pareja más o menos estable, mientras que los hombres suelen tardar una media de un año. Ello viene dado porque las mujeres se quedan con la custodia de los niños en muchos casos, y ello les limita mucho su vida social y las oportunidades de conocer a “otro hombre disponible”. En cambio, la pérdida de la responsabilidades parentales por parte de los hombres, les ofrece la oportunidad de encontrar “otra mujer disponible” para crear un nuevo nido.
En todo caso, en más casos de mujeres que de hombres, la venganza por sentirse engañados o traicionados, es un generador de conflictos en el divorcio de consecuencias totalmente imprevisibles. Tanto es así, que hemos descubierto a personas que pasaron directamente al uso de la violencia contra sus parejas en sus distintas modalidades, desde la violencia física y psíquica, el chantaje, la coacción, las amenazas, la denuncia falsa de malos tratos, e incluso las lesiones graves. En algunos casos con resultado de muerte. Esto apenas ha sido estudiado, por la reserva con que se tratan estos casos y, en nuestro caso, sólo hemos tenido un caso con resultado de muerte en los diez últimos años, que no podemos dar por válido para dar una opinión.
De los 400 casos estudiados por nuestro despacho, hemos encontrado que 87 mujeres se vengaron de una o más formas contra sus ex maridos o parejas, mientras que los hombres fueron 21. 
En estos casos, no suele darse una única forma de venganza, sino que quien reacciona de esta manera, suele usar distintas formas o métodos para hacerle daño a la otra parte, a saber:
tipo de venganza
hombres
porcentaje
Mujeres
porcentaje
económica
16
15%
82
76%
violencia física
19
18%
6
6%
violencia psíquica
12
11%
77
71%
uso de los niños
9
8%
68
63%
amenazas
20
19%
42
39%
coacciones
8
7%
63
58%
denuncias instrumentales
3
3%
79
73%
cambio de país/ciudad
1
1%
22
20%

Dejamos al lector que saque sus propias conclusiones a la vista de estos datos y pasamos al siguiente motivo o causa para evitar la custodia compartida.
6º.- Venganza por sentimiento de abandono. (47% de los casos)
En casi la mitad de los casos estudiados, aparecía la venganza por el sentimiento de abandono.  Ésta es una situación que en pocas ocasiones se evalúa de forma adecuada. Existe gran similitud de reacciones a las indicadas en el punto anterior, pero las consecuencias suelen ser, en la mayoría de los casos, más graves.
Los hombres que se sienten abandonados por sus parejas, suelen caer en depresiones reactivas que dan lugar a episodios de falta de control de la ira, y por ende el paso al uso de los distintos tipos de violencia es muy corto, sobre todo la física. La impulsividad se hace patente en estos casos aunque, al cabo de poco tiempo, se arrepienten de ello.
 Las mujeres que caen en depresión reactiva por este motivo, pasan de la tristeza a la venganza de otra forma (coacciones, uso espurio de los niños, denuncias instrumentales, etc.), el uso de la violencia es más sutil y programado, y pocas veces se arrepienten de haberlo hecho, salvo cuando las consecuencias de sus actos repercuten en su economía doméstica y en su seguridad económica, como por ejemplo, cuando se enteran de que su ex marido puede perder el trabajo y, por ello, sus ingresos. Y ellas, el cobro de su pensión tras una denuncia instrumental.
No es una afirmación gratuita la nuestra, sino el resultado de nuestras “fichas” de trabajo.
En el despacho venimos definiendo este hecho como el “síndrome del abandono”, que mujeres y hombres sienten de forma muy distinta, y por ello, reaccionan de forma muy diferente.
Las mujeres suelen “entender” que una amiga se vengue del hombre que la ha abandonado. Los hombres no suelen ser tan asertivos con sus amigos, en estos casos.
Si fuéramos capaces de separar todos estos tipos de causas, de lo que es el interés superior de los niños tras el divorcio de sus padres, esto es, separar la causa del conflicto (en este caso la venganza) de lo que es el proyecto de reorganización familiar, para que la familia no se desintegre y sean capaces de compartir las responsabilidades de la crianza de los hijos y afrontar el sostenimiento equilibrado de todos ellos, estoy seguro de que muchos pleitos, denuncias, ejecuciones, etc. se evitarían. Y ello, sin entrar a profundizar en el alto coste emocional que tiene confundir el conflicto de pareja, sea cual sea su causa, con la búsqueda de soluciones a la reorganización y protección integral de todos los miembros de la familia tras el divorcio.
Pasemos al siguiente punto.
7º.- Problemas madurativos de la infancia (62 % de los casos).
Es muy sorprendente este tipo de causa, pero cada año nos encontramos más y mas casos en los que la verdadera causa de la ruptura de la pareja viene dada por la falta de madurez de uno o los dos miembros de la pareja, sobre todo por problemas que arrastran desde la infancia, bien inseguridades asociadas a falta de cariño, o cuidados con sobreprotección.
Muchas personas han crecido en ambientes familiares en los que la madre estaba más presente que el padre, y en muchos más, en los que la trasmisión de valores machistas venían del lado materno. Nos hemos encontrado con muchos más casos de los que creíamos prever, en los que el poder en el seno de la familia venía siendo ejercido por la madre dentro de una estructura matriarcal, en la que al hombre se le dejaba desarrollar sus facetas más públicas y sobre todo, la de ser el proveedor de la familia.
Con la insistente tendencia que tenemos los seres humanos a reproducir los modelos en los que hemos crecido, no es de extrañar que nos encontremos con estos casos. En seis de cada diez casos, nos hemos encontrado con este tipo de problema como causa primigenia del conflicto de pareja, sobre todo a raíz del nacimiento del primer hijo. Los roles de géneros se vuelven más tradicionales. Las mujeres se vuelven más protectoras y suelen intentar dejar a un lado a los padres, del cuidado de los hijos. Y los padres actuales, mucho más sensibles con su paternidad, se sienten despojados de esa parte de sus vidas.
La mayoría de los problemas en los casos de parejas jóvenes vienen dados por haber vivido en su infancia o en su adolescencia en el seno de una pareja rota o bien ya divorciada. Los que nosotros definimos como “hijos del divorcio”, pero el mayor porcentaje de casos en los que las mujeres poseían graves carencias afectivas, inseguridades, falta de autoestima, viene dado por haber crecido en una familia con el padre ausente por uno u otro motivo. En el caso de los hombres, sus inseguridades, carencias afectivas, etc. venían dadas por abusos cometidos con ellos cuando eran menores de edad, por parte de las mujeres que les rodeaban, abusos de todo tipo. Un porcentaje significativo de ellos tenían problemas madurativos por el alto nivel de exigencia al que se había sometido para fuera un “hombre” como debe ser. Se les ha trasmitido la idea de que deben ser competitivos aunque no lo fueran, o fueran fuertes ante la adversidad, aunque no lo fueran, etc.
En todo caso, éstos sólo son unos apuntes de las causas de carencias de la infancia que hemos encontrado en 248 casos de los 400 estudiados, para quien quiera profundizar más en ello:
tipo de carencia
hombres
porcentaje
mujeres
porcentaje
inseguridad
65
26%
82
33%
falta autoestima
102
41%
72
29%
violencia en la infancia
197
79%
39
16%
sobreprotección
21
8%
131
53%
abandono parental
142
57%
189
76%
hijo/a divorcio
94
38%
103
42%
exigencias exageradas
46
19%
39
16%
falta de cariño parental
123
50%
154
62%

Existen más variables, pero en definitiva éstas son sólo las más importantes que hemos detectado. Cada lector que saque sus propias conclusiones y, pasamos al siguiente punto.   
8º.- Problemas de salud mental de los padres (42% de los casos) y madres (65% de los casos)
Este es un dato que ya apuntábamos en nuestro estudio sobre custodia compartida del año 2008 sobre 378 familias con custodia compartida publicado en Lex Family.
Hay que distinguir dos tipos de problemas de salud mental en estos casos: los que se padecían antes de la separación, y los que la propia separación provoca en las personas en conflicto.
En este caso, podemos decir que existen pocos, pero más de lo que suele ser habitual, el hecho de que una de las partes de la pareja tenga un problema de salud mental. A veces, tras el nacimiento del primer hijo se hace más patente este problema en las madres, debido a los cambios hormonales y físicos que se producen por el embarazo y posterior parto.
La pareja que se llevaba más o menos bien y de forma equilibrada, se descompensa con la llegada de un hijo a la familia, y salen a relucir las diferencias en los modelos educativos que se les ha trasmitido a cada miembro de la pareja por la familia de origen, o simplemente, salen a relucir formas distintas de afrontar las complicaciones que representa el nacimiento de un bebé.  Ya sabemos eso de que “los niños no unen a la pareja, sino que atan”. A veces muchas parejas en crisis buscan la estabilidad que no tienen, en el hecho de tener un hijo.
Pero pasemos a los problemas de salud mental de los miembros de la pareja:
Veamos los datos en un cuadro resumen, donde no hemos recogido todas las formas, pero sí de una forma entendible para todos los que no son profesionales de la salud:
causas
hombres
porcentaje
mujeres
porcentaje
Estrés post traumático
121
72%
36
14%
Depresión separación
62
37%
154
59%
Ansiedad Separación
134
80%
243
93%
Indefensión aprendida
126
75%
112
43%
Dependencia emocional
56
33%
168
65%
Bipolar/ otras.
13
8%
38
15%

            Explicamos de forma somera estas causas. El estrés está relacionado con el alto nivel de estrés que se produce a la hora de la separación de la pareja. El alto índice de los hombres (72%) viene motivado cuando han sido objeto de una denuncia instrumental y han pasado por los calabozos o bien han sido amenazados de ello. La depresión y ansiedad asociadas a la separación de la pareja están muy estudiadas. Nuestros datos arrojan que los niveles de ansiedad provocados por la incertidumbre de las consecuencias de la separación, son casi el doble que las depresiones.
            En cuanto a la indefensión aprendida de Walker, los hombres casi duplican a las mujeres. Esto es, nos encontramos con hombres que no saben qué es lo mejor o qué decisiones deben ir tomando tras la separación, porque muchas de las que creían buenas, habían sido utilizadas en su contra ante un tribunal. Con las mujeres pasaba esto mismo pero en un porcentaje mucho más bajo, ya que más de la mitad de las mujeres sabían perfectamente qué hacer a nivel legal en su separación y/o divorcio.
 En cuanto a la dependencia emocional, son aquellas personas que no toman decisiones por sí mismas, y dependen de otras a la hora de decidir, como por ejemplo, sus padres (abuelos maternos y paternos) o bien de los abogados y abogadas que los defienden. Es curioso aquí el dato que sólo uno de cada tres hombres tenga este problema, mientras que las mujeres alcanzan un nivel de más de seis de cada diez. En los últimos años esto ha ido in crescendo por las políticas y el trabajo de los “medias” de vender la imagen de la mujer como inferior al hombre.
En cuanto al último punto, que son enfermedades mentales diagnosticadas por psiquiatras y médicos, el porcentaje nos llama la atención, ya que están en torno al 10% de los casos, aunque los hombres son 8 de cada 100, mientras que las mujeres son 15 de cada cien.
 O sea, que cada uno que saque sus propias conclusiones, ya que este artículo es sólo para dar ligeros apuntes sobre todo ello, y queremos sólo dejar constancia con estos datos, de manera que se pueda constatar que, tras una negativa o resistencia a la custodia compartida, no está precisamente el interés de los niños, sino los problemas de los progenitores que a menudo se ocultan en los juicios.
9º.- Incomodidad que representa la separación (54% de los casos)
Si para cualquier ser humano una mudanza o cambio de residencia representa un problema serio, imaginen cuando además es involuntario y forzado. Imaginen además que tiene más o menos planeada su vida, organizada de una forma u otra y, de la noche a la mañana, todo esto desaparece y deben replantearse muchas cosas, entre ellas, el alto coste económico y emocional de una separación, y sobre todo cuando hay niños de por medio.
Aunque muchos no lo reconocen, la separación trae consigo muchas incomodidades, y la custodia monoparental es muy cómoda para quien la ejerce, aunque sea una esclavitud y un despropósito, tanto para niños como para progenitores custodios.
Nos encontramos una resistencia mucho mayor a la custodia compartida por parte de las madres, ya que a ellas les resulta muy incomodo tener que mudarse a otra casa y tener que compartir las tareas del cuidado de los niños. Resulta, teóricamente más cómodo, mantener el domicilio conyugal, y que sea el padre quien recoja y lleve a los niños de arriba para abajo. A pesar de esto, hay padres que con custodia compartida se quejan también de que esta es más incomoda que la monoparental.
Con la custodia compartida, ambas partes de la pareja deben hacer más esfuerzos en ponerse de acuerdo y entenderse que con una custodia monoparental, y éste es el principal motivo de que padres (22%) y madres (88%) se opongan a la custodia compartida, además, de como decimos, de otras incomodidades.
10ª Drogas y/o alcohol (33% de los casos)
En uno de cada tres casos nos hemos encontrado con este problema. Ya en nuestro estudio longitudinal de 2010 nos hicimos eco de esta variable, como elemento primordial a la hora de reconocer el conflicto, y las dificultades que entrañan su existencia a la hora de establecer la custodia compartida de los hijos.
Así nos encontramos con que el abuso de alcohol es distorsionante del conflicto. En algunos casos, los menos, nos encontramos con que los dos consumen drogas, legales o no, y alcohol.
Los hombres son en casi cuatro de cada diez familias, en las que existe el problema del consumo de alcohol, mientras que las mujeres lo son en la mitad de los casos. En cuanto a drogas legales, sobre gente enganchada a algún medicamento, nos encontramos con que sólo uno de cada diez son hombres, mientras que las mujeres son cinco de cada diez. En el caso de drogas no legales, se cambian las tornas, ya que son 11 de cada cien los hombres, mientras que las mujeres son 3 de cada cien casos.
De los casos que nos hemos encontrado en que ambos consumen una u otra sustancia adictiva, o ambas la vez, son 20 de los 400. En este caso, ambos consumen alcohol en un 60%, drogas legales en un 40% y drogas ilegales en un 15% de los 20 casos encontrados. Explicamos que el número de hombres totales son 97, mientras que las mujeres en total han sido 113, y 20 en el que ambos consumen. Indicar que algunos casos reflejan que se consume alcohol y drogas a la vez, pero no lo hemos considerado necesario en este momento. Este es el cuadro resumen:
Tipo de sustancia
hombres
porcentaje
mujeres
Porcentaje
Ambos
porcentajes
Alcohol
38
39%
63
56%
12
60%

drogas legales

14
14%
58
51%
8
40%

drogas no legales
11
11%
3
3%
3
15%

Ahora pasamos al último punto, que es:
10ª Violencia intrafamiliar (16% de los casos)
Contra todo pronóstico, hemos encontrado muchos menos casos de violencia intrafamiliar de los que pensábamos al comienzo del mismo. Y es que sólo en el 16% de los casos se planteaba la violencia como causa del rechazo a la custodia compartida, esto es, en sólo 64 casos de los 400 estudiados aparece la violencia intrafamiliar como causa de la separación y como excusa a la resistencia al establecimiento de la custodia compartida.
Así, hemos encontrado casos muy variopintos y significativos que nos deberían hacer reflexionar sobre cómo se debería afrontar este problema de la violencia intrafamiliar en España.
Veamos un cuadro explicativo:


tipo de violencia
hombres
porcentaje
mujeres
porcentaje
ambos
porcentajes
Física

35
55%
29
45%
12
19%
emocional o psíquica
27
42%
45
70%
42
66%
Económica

45
70%
22
34%
14
22%
Instrumental

9
14%
59
92%
21
33%
hacia hijos

21
33%
39
61%
12
19%

Hemos detectado 64 casos en los que existe violencia intrafamiliar en algunas de sus formas precisando que en algunos casos se dan una o más formas de violencia en la misma familia.
Sorprende el dato que los hombres reconocen ser víctimas de maltrato físico en casi seis de cada diez casos, mientras que las mujeres lo reconocen en casi siete de cada diez casos, y es debido a que en las últimas décadas las mujeres han aprendido a golpear y a agredir físicamente. Los estudios recientes de la Universidad de Harvard y del estado Alemán así lo recogen. Hay un dato muy significativo en estos dos estudios, que reconocen que son las mujeres las que inician en un alto porcentaje (más del 53% de los casos) la pelea física, pero son los hombres al responder a la agresión, los que causan mayor daño al golpear. Nosotros no hemos recogido este dato de quién empieza la agresión, porque no lo tenemos mas que desde hace dos años. Pero en todos los casos hemos encontrado que, cada año que pasa, las mujeres agreden más a los hombres, y su crecimiento es de un 6% anual, mientras que las agresiones de los hombres disminuyen en un 2% anual. Al menos, esto es así en los 400 casos que hemos estudiado.
Por otro lado, está la violencia psíquica o emocional, como son las agresiones verbales, las faltas de respeto o los insultos y menosprecios. En este cuadro podemos comprobar que 3 de cada diez hombres y cinco de cada diez mujeres usan este recurso en la relación de pareja. Hemos podido comprobar que hay un ligero aumento estos últimos años, del uso de este tipo de maltrato por parte de los hombres, que han desarrollado estas “habilidades”.
En cuanto a la denominada violencia económica, nos sorprende este dato, ya que 7 de cada diez hombres usan esta estrategia para hacer daño a la mujer y casi cuatro de cada diez mujeres, también. Las tornas están cambiando, y existen muchas parejas en las que las mujeres tiene el control del dinero de la familia e incluso cada vez más, ganan más que los hombres, y ello ha dado lugar a la aparición espectacular de este tipo de violencia por parte de las mujeres. Otro dato significativo de este aumento, es el hecho de que las mujeres usan este tipo de violencia, exigiendo el pago pensiones por importes tales que dejan al hombre casi, o en la ruina. Este tipo de violencia apenas ha sido estudiado, aunque se conoce perfectamente su existencia.
Seguimos con la violencia instrumental y a ello me refiero a las denuncias instrumentales que se utilizan con el objeto de impedir la custodia compartida o simplemente como venganza, como indicábamos más arriba. Queremos dejar patente que, en ningún caso hemos introducido aquí las auténticas situaciones de violencia denunciadas y comprobadas. Nos referimos a esa forma de actuar que tienen algunas personas de denunciar penalmente al contrario en un divorcio, bien por denuncia instrumental de malos tratos, abusos, malos tratos a niños, intromisión en cuentas privadas de redes sociales, intervención del teléfono o mensajería instantánea, etc.    
Aquí la diferencia es espectacular, uno de cada diez hombres y nueve de cada diez mujeres usan este recurso violento para hacer daño a la otra parte. No vamos a hacer ninguna valoración de este punto, ya que con los datos aportados cada lector llegará a sus propias conclusiones.
Por último, debemos hablar de la violencia ejercida hacia los hijos. En este caso nos encontramos con que tres de cada diez padres y seis de cada diez madres (de los 64 encontrados) usan la violencia física hacia los hijos, pero es mucho más preocupante el dato que muestra que algo más de una de cada diez parejas, pegan a sus hijos (ambos). Afortunadamente todos estos datos se deben tomar con mucha cautela, ya que hay que partir de la base de que son menos de un 16% de las familias en las que se da alguna o algunas de estas circunstancias.
Epílogo
Creo que, con este artículo, podemos todos los operadores jurídicos y políticos, reflexionar sobre otros esos aspectos que apenas se tratan en los tribunales de justicia, y que nos haga ser conscientes de que, quizás, la custodia compartida sea una forma de organizar a las familias, de manera que sea más fácil proteger a nuestros niños, que al fin y al cabo, son el futuro del país.

José Luis Sariego Morillo 

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